Sony atraviesa la peor crisis de su historia
Sony, probablemente la empresa de tecnología más importante de Japón, está atravesando la peor crisis de toda su historia. Sus acciones valen hoy lo mismo que hace treinta años, justo antes de revolucionar la forma en que todos escuchábamos música, con el lanzamiento del Walkman. Aquello era en 1980, y desde entonces Sony no ha dejado de crecer; al menos hasta ahora. Hoy, las acciones de Sony valen una décima parte de las de Samsung y 37 veces menos que las de Apple, y los analistas comienzan a augurar el final de Sony, que se tambalea ante la competencia de Apple y del empuje de las grandes marcas coreanas.
Su división de televisores no gana dinero desde hace ocho años y casi todos sus productos tecnológicos son deficitarios o están perdiendo mercado frente a sus rivales. Y la verdadera crisis de Sony no es económica, sino de identidad y de ideas, con ingenieros y directivos que no parecen encontrar la manera de reanudar la fábrica de trucos tecnológicos que llevó a la empresa a definir cómo debía ser el entretenimiento en casa.
Los ingredientes de esta fuerte crisis que sufre la compañía fueron varios. Sony no supo leer el futuro digital o las posibilidades de Internet. Tampoco consiguió encontrar la fórmula con los teléfonos móviles a través de su recientemente rota alianza con Ericcson, y en las tabletas apenas sigue la estela de Apple y de los demás dispositivos Android. A todo ello se ha sumado un yen fuerte que encarece sus exportaciones e imprevistos como el tsunami del año pasado en Japón, que interrumpió su producción.
Habrá que ver cómo evoluciona Sony en los próximos años y en un mercado de competencia feroz. Kazuo Hirai, el nuevo presidente de la compañía, aboga por lanzar una estrategia de supervivencia que pase por hacer menos productos y más compenetrados, en un intento de integrar la televisión, la consola, los ordenadores, los teléfonos y las tabletas en una experiencia total y única; con el objetivo de «recuperar el viejo esplendor de Sony«, según afirma Hirai.
Fuente | ElMundo